|
Reproducción de un grabado a la aguatinta en color de L. Lecoeur (1790-1810), según G. Morland. Estampas francesas del siglo XVIII.
La imagen, repetida con el mismo o similar título innumerables veces en la pintura francesa de los siglos XVII a XIX expresa un drama que, si bien era antiguo como la humanidad (una ley del código de Hammurabi de 1800 a.C. ya habla de este tema), alcanzó enormes proporciones en Europa a partir del Renacimiento, pero sobre todo en Francia e Italia: muchos niños de la nobleza primero (siglo XVI), luego de la burguesía (siglo XVII) y finalmente (siglo XVIII) de clases trabajadoras de las ciudades eran criados por nodriza, sea en el domicilio familiar, sea, cuando no había suficientes recursos económicos, en la vivienda de esta, en un pueblo más o menos alejado de la ciudad. Los contratos eran por dos a tres años, al término de los cuales, sin que hubiese habido muchas visitas intermedias, el niño volvía con sus padres.
En la imagen, un niño se abraza desesperadamente a su nodriza (de la que está convencido que es su madre), mientras mira muy asustado a la señora emperifollada, su madre biológica (a quien no conoce de nada o casi nada), que ha venido al pueblo de la nodriza a visitarlo o a llevárselo ya porque ha terminado el contrato ......
La mortalidad infantil bajo el sistema de nodrizas era muy elevada: en el siglo XVIII la tasa de mortalidad infantil (muertos menores de un año por mil nacidos vivos) era de 109 en los niños amamantados por sus madres, de 170 en los amamantados por nodriza a domicilio, de 381 cuando la nodriza se los llevaba a amamantar en su casa y de 500 al 910 en los alimentados por nodrizas en la inclusa. Ello demuestra que la protección aportada por la lactancia materna depende no sólo de los factores físico-químicos y biológicos de la leche materna en sí, sino del complejísimo sistema vincular de amor, cuidados y aporte nutricional e inmunológico que supone el fenómeno de la lactancia. |
